Una visión diferente del tiempo
Tauvii viajó desde la isla de Samoa a Europa a principios del siglo ya pasado, descubriendo un mundo que nada tenía que ver con la vida sencilla y despreocupada a la que estaba acostumbrado. Una vida sin dinero, sin grandes edificios, sin cines, sin periódicos,...
Tiempo después escribió una serie de discursos para convencer a su pueblo de que nunca se dejase llevar por las falsas comodidades de nuestra civilización.
Nos muestra así una forma diferente de ver la vida, en este caso una forma de vida de ver el tiempo y, al menos a mi me hace darme cuenta de que a veces nos preocupamos demasiado por las cosas,... incluso por cosas que no tienen prácticamente importancia.
"Los papalagi sienten pasión por una cosa que no podeis comprender y que, sin embargo, existe: el tiempo. Se lo toman muy en serio y dicen muchas tonterías sobre él. A pesar de que nunca habrá más tiempo entre el alba y el ocaso, esto no les resulta suficiente.
Los papalagi nunca están satisfechos con su tiempo y culpan al Gran Espíritu por no darles más. Sí, difaman a Dios y a su gran sabiduría dividiendo cada nuevo día en un complejo patrón, y lo cortan a trozos, de la misma forma que nosotros cortamos el interior de un coco con el machete. Cada parte tiene su nombre. Son denominadas segundos, minutos u horas. Todos juntos, sin embargo, forman una hora. Para hacer una hora, necesitas sesenta minutos y muchos, muchos segundos.
Es ésta una historia increíblemente confusa de la que yo mismo no he entendido aún los puntos más sutiles porque es difícil para mí estudiar esa tontería más de lo necesario. Pero los papalagi le atribuyen mucha importancia. Hombres y mujeres e incluso niños demasiado pequeños para caminar, llevan una máquina pequeña, plana y redonda bajo sus vestidos, atada a una cadena de metal pesado, colgada alrededor del cuello o la muñeca, una máquina que les dice la hora. Leerla no es fácil. Se lo enseñan acercándoles la máquina a las orejas para despertarles la curiosidad.
Estas máquinas son tan ligeras que pueden levantarse con los dedos y llevan una maquinaria dentro de los estómagos, como los grandes barcos que vosotros conoceis. Hay también grandes máquinas del tiempo sobre el suelo dentro de las cabañas o colgando de una gran casa para resultar más visibles. Ahora bien, cuando una parte del tiempo ha pasado, queda indicado por dos pequeños dedos sobre la cara de la máquina y entonces grita y un espíritu hace chocar el hierro en su interior. Cuando en una ciudad europea ha pasado una parte del tiempo, explota un espantoso y clamoroso estrépito. Cuando este ruido del tiempo pasa, los papalagi se lamentan: "¡Terrible, otra hora se ha esfumado!" y, entonces, como norma, ponen una cara sombría, como la de alguien que vive una gran tragedia. Sorprendente, porque inmediatamente después comienza una nueva hora.
Nunca he podido comprender esto pero creo que debe ser una enfermedad. Lamentos comunes entre la gente blanca son: el tiempo se desvanece como el humo, o el tiempo corre, dame un poco más de tiempo. He dicho que es una enfermedad porque cuando el hombre blanco desea hacer alguna cosa, cuando por ejemplo su corazón desea caminar al sol o navegar en un bote por el río, o hacer el amor con su amiga, frecuentemente se priva de la alegría porque es incapaz de encontrar el tiempo. Nombrará miles de cosas que se llevan su tiempo. Malhumorado y balbuceando soportará un trabajo que no tiene ganas de hacer, que no le proporciona placer y al que nadie le obliga si no él. Y, cuando, de súbito, descubre que de hecho sí que tiene tiempo o los otros se lo dan -los papalagi se dan con frecuencia tiempo unos a otros y ningún regalo es más precioso que éste- entonces descubre que no sabe qué hacer durante este tiempo en particular o que se encuentra demasiado cansado de su trabajo sin alegría. Y siempre está dispuesto a hacer cosas mañana porque hoy no tiene tiempo.
En Europa hay poca gente que tenga realmente tiempo. Tal vez nadie. Por eso la gente corre por la vida como una piedra lanzada. La mayoría camina mirando al suelo y balancean los brazos para llevar mejor el paso. Cuando alguien los para, lo reprenden malhumorados diciendo: "¿Por qué me has parado?, no tengo tiempo, mejor utiliza bien tu tiempo". Parece que piensen que un hombre que camina rápido es más valiente que otro que lo hace poco a poco.
Una vez vi la cabeza de un hombre a punto de estallar, vi sus ojos girar sobre sí mismos y su garganta que se ensanchaba, abierta como la de un pez moribundo, y cómo movía los brazos y gritaba sólo porque su criado había llegado un poco más tarde de lo que le había prometido. Se suponía que éste respiro era una pérdida considerable que nunca podría recuperarse. El criado tuvo que abandonar la cabaña, el papalagi lo perseguía reprendiéndole "¡Ya está bien, me has robado mucho tiempo! Un hombre que no respeta el tiempo es una pérdida de tiempo".
En otra ocasión vi un papalagi que tenía tiempo. Este hombre, sin embargo, era pobre, sucio y despreciado. La gente pasaba a su lado y lo ignoraba. No entendí eso, porque su paso era lento y seguro y los ojos parecían tranquilos y amistosos. Cuando le pregunté cómo se había producido eso, movió la cabeza y dijo tristemente: "Nunca he sido capaz de utilizar bien mi tiempo, por eso ahora soy pobre". Este hombre tenía tiempo, pero no era feliz ( )
Tiempo después escribió una serie de discursos para convencer a su pueblo de que nunca se dejase llevar por las falsas comodidades de nuestra civilización.
Nos muestra así una forma diferente de ver la vida, en este caso una forma de vida de ver el tiempo y, al menos a mi me hace darme cuenta de que a veces nos preocupamos demasiado por las cosas,... incluso por cosas que no tienen prácticamente importancia.
"Los papalagi sienten pasión por una cosa que no podeis comprender y que, sin embargo, existe: el tiempo. Se lo toman muy en serio y dicen muchas tonterías sobre él. A pesar de que nunca habrá más tiempo entre el alba y el ocaso, esto no les resulta suficiente.
Los papalagi nunca están satisfechos con su tiempo y culpan al Gran Espíritu por no darles más. Sí, difaman a Dios y a su gran sabiduría dividiendo cada nuevo día en un complejo patrón, y lo cortan a trozos, de la misma forma que nosotros cortamos el interior de un coco con el machete. Cada parte tiene su nombre. Son denominadas segundos, minutos u horas. Todos juntos, sin embargo, forman una hora. Para hacer una hora, necesitas sesenta minutos y muchos, muchos segundos.
Es ésta una historia increíblemente confusa de la que yo mismo no he entendido aún los puntos más sutiles porque es difícil para mí estudiar esa tontería más de lo necesario. Pero los papalagi le atribuyen mucha importancia. Hombres y mujeres e incluso niños demasiado pequeños para caminar, llevan una máquina pequeña, plana y redonda bajo sus vestidos, atada a una cadena de metal pesado, colgada alrededor del cuello o la muñeca, una máquina que les dice la hora. Leerla no es fácil. Se lo enseñan acercándoles la máquina a las orejas para despertarles la curiosidad.
Estas máquinas son tan ligeras que pueden levantarse con los dedos y llevan una maquinaria dentro de los estómagos, como los grandes barcos que vosotros conoceis. Hay también grandes máquinas del tiempo sobre el suelo dentro de las cabañas o colgando de una gran casa para resultar más visibles. Ahora bien, cuando una parte del tiempo ha pasado, queda indicado por dos pequeños dedos sobre la cara de la máquina y entonces grita y un espíritu hace chocar el hierro en su interior. Cuando en una ciudad europea ha pasado una parte del tiempo, explota un espantoso y clamoroso estrépito. Cuando este ruido del tiempo pasa, los papalagi se lamentan: "¡Terrible, otra hora se ha esfumado!" y, entonces, como norma, ponen una cara sombría, como la de alguien que vive una gran tragedia. Sorprendente, porque inmediatamente después comienza una nueva hora.
Nunca he podido comprender esto pero creo que debe ser una enfermedad. Lamentos comunes entre la gente blanca son: el tiempo se desvanece como el humo, o el tiempo corre, dame un poco más de tiempo. He dicho que es una enfermedad porque cuando el hombre blanco desea hacer alguna cosa, cuando por ejemplo su corazón desea caminar al sol o navegar en un bote por el río, o hacer el amor con su amiga, frecuentemente se priva de la alegría porque es incapaz de encontrar el tiempo. Nombrará miles de cosas que se llevan su tiempo. Malhumorado y balbuceando soportará un trabajo que no tiene ganas de hacer, que no le proporciona placer y al que nadie le obliga si no él. Y, cuando, de súbito, descubre que de hecho sí que tiene tiempo o los otros se lo dan -los papalagi se dan con frecuencia tiempo unos a otros y ningún regalo es más precioso que éste- entonces descubre que no sabe qué hacer durante este tiempo en particular o que se encuentra demasiado cansado de su trabajo sin alegría. Y siempre está dispuesto a hacer cosas mañana porque hoy no tiene tiempo.
En Europa hay poca gente que tenga realmente tiempo. Tal vez nadie. Por eso la gente corre por la vida como una piedra lanzada. La mayoría camina mirando al suelo y balancean los brazos para llevar mejor el paso. Cuando alguien los para, lo reprenden malhumorados diciendo: "¿Por qué me has parado?, no tengo tiempo, mejor utiliza bien tu tiempo". Parece que piensen que un hombre que camina rápido es más valiente que otro que lo hace poco a poco.
Una vez vi la cabeza de un hombre a punto de estallar, vi sus ojos girar sobre sí mismos y su garganta que se ensanchaba, abierta como la de un pez moribundo, y cómo movía los brazos y gritaba sólo porque su criado había llegado un poco más tarde de lo que le había prometido. Se suponía que éste respiro era una pérdida considerable que nunca podría recuperarse. El criado tuvo que abandonar la cabaña, el papalagi lo perseguía reprendiéndole "¡Ya está bien, me has robado mucho tiempo! Un hombre que no respeta el tiempo es una pérdida de tiempo".
En otra ocasión vi un papalagi que tenía tiempo. Este hombre, sin embargo, era pobre, sucio y despreciado. La gente pasaba a su lado y lo ignoraba. No entendí eso, porque su paso era lento y seguro y los ojos parecían tranquilos y amistosos. Cuando le pregunté cómo se había producido eso, movió la cabeza y dijo tristemente: "Nunca he sido capaz de utilizar bien mi tiempo, por eso ahora soy pobre". Este hombre tenía tiempo, pero no era feliz ( )
15 comentarios
Sory -
Ya he visto que no has posteado (aunque no sabía bien si por falta de tiempo, jejeje!) La verdad es que llevo poco tiempo leyendote, pero te echado de menos ! :)
Un besazo maja ! :*
cleo -
Es curioso cómo se nos puede ver desde "fuera"
Siempre con prisas, dependiendo del reloj...
Por cierto, esta semana no he posteado porque no tenía ¡tiempo! jajajaja
Un besín
Sory -
Un besote sin prisas ! :*
lobo -
besos intemporales
Sory -
Pues mira, me alegra saberlo Nimue :) Besito guapa ! :*
Nimue y su kaos -
Turandot -
Besos, niña!
Sory -
Tu siempre serás la ovejilla negra para nosotros Ardi! :P
No se por qué será, pero me alegra que encuentres unos minutillos para pasar por aqui ! :) Besote ! :*
A ti Sergio, solo te dejo una sonrisa y un gracias ! :) Bueno, y ya que me pongo, un besote ! :* A pasarlo bien lo que queda de fin de semana ! :)
Sergio -
Ardi -
Vaya, y suscribo lo de Bonifasi.
Cagoen... no me gusta estar de acuerdo, porque dejaré de ser Oveja Negra.
Por cierto, yo tampoco tengo tiempo para nada.
Pero, no sé cómo, lo encuentro para pasearme por aquí.
Tal vez sea porque estoy empobreciendo, y en consecuencia empiezo a ganar un poco de tiempo... ¿Será eso????
Bonifasi -
¡¡¡Me has dejado flipao tía!!!
Sory -
Una buena frase Mariposa. Más besos para ti ! :*
Si, tienes razón Minyatur! Aunque también es verdad que siempre andamos diciendo que no tenemos tiempor para nada (al menos yo!) Besito ! :*
Minyatur -
Besos.
La Mariposa -
Besos voladores ;-)
Níniel -
En fin, es la sociedad en que nos ha tocado vivir, ¿no?
¡Un besote!